23.5.10

Quisá no nos demos cuenta, pero cuando nos enamoramos hacemos tantas locuras en una milésima de segundo: Amar a alguien es entregarse por completo, es encerrarse en un mundo donde solo existen dos. A veces por amar cometemos los peores errores de nuestras vidas, a veces por amar vivimo los momentos más felices de nuestra eternidad. Amando podes ganar, pero siempre terminas perdiendo.
Ayer no sabías lo que era amar, hoy no podés vivir sin él. Es así, aceptemos la realidad. Sufriste cuando, sin ningún motivo, te dejó. Lloraste cuando, esa noche, no tenías su precensia. Caiste otra vez en su trampa cuando, al querer recuperar su cariño, aceptaste volver con él. Volviste a sufrir por su traición, volviste a llorar por su ausencia, volviste a recordar cada uno de esos momentos que tanto te llenaron y, como era de esperar, una vez más volviste a él.
Preferible perdonar a olvidar, ¿no? suena más fácil... ES más fácil. Perdonar una traición u olvidarte de él para toda la vida, es tentadora la opción de olvidar el error cometido, de perdonar la cagada y volver a esa burbuja de falsa felicidad.
Pero, todo tiene un final. ¿Y cuando llega éste? Cuando despertas de tu sueño de princesa encantada, cuando caes en la realidad del engaño. ¿Y que pasa en ese momento? Te imbade un mar de ira, de dolor, de angustia, de tristeza. Preferis desaparecer del mundo a seguir de esa manera, pero por fin entendiste todo. Y así es como termina tu locura de amor, solo hay que anticiparse al dolor, prepararse a lo inevitable, y esperar la llegada de tu cruel felicidad.